Durante la dictadura militar, prácticamente no existían las mujeres cartero. Ella existía. Su trabajo era su mayor fascinación. Al principio se contentaba siendo puente entre gentes. No saber a ciencia cierta lo que llevaba en su bolso, ese trozo de misterio era su mayor satisfacción. A medida que la dictadura empeoraba todo cambió. Dolores Guzmán fue despedida de su trabajo por cuestiones políticamente obvias. A su edad, dice que valió, valió la pena ser cartero. Lo único que guarda de aquellos años es su fiel memoria y un paquetito de cartas amarillentas que ha guardado por treinta años.
Aún se le aguan los ojos. Las cartas tienen distintos destinatarios y todas dicen lo mismo:
-Hola, excúseme de antemano por robarle su tiempo. Escribo porque estoy solo y porque quisiera saber que se siente recibir una carta.-
Manuel García Guzmán.
Dolores guarda las cartas de su hijo detenido desaparecido, en un cofrecito color marrón, justo al lado de su almohada.
2 comentarios:
Hey Christian, me alegra encontrarte por el mundo de los blogs.
Sigue con eso.
Juan Luis R.
cada vez que releo esto, lloro.
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