martes, 25 de noviembre de 2008

Nota

Conservar la capacidad de sorprenderse es algo complicado. Hace poco vi una nota sobre mi primer libro, el cual he publicado hace poco. Es sencillo, en cambio, soprenderse cuando existen las sorpresas. Esta es una. Sobre todo porque viene de alguien a quien aprecio y admiro.




Este libro es importante. Se impone por su falta de pretensión. Es el primer libro en Puerto Rico que nace impregnado de la dinámica particular de los llamados blog’s o bitácoras. El género del cual se sirve el autor para deleitar al lector es la llamada mini-ficción o mini-cuento. Aquí el manejo del lenguaje se da sin rebuscamiento. Las observaciones son dinámicas. Sin que lo esperemos la mirada se puede detener en una taza de té o en el sol que busca una anciana. En estas páginas se mezclan el encuentro con la nostalgia, el regreso con los objetos y la casa, a veces se busca luz, otras veces nos sabemos ubicados en la penumbra, los minutos prolongados de la espera en una estación del tren provocan curiosidad en el lector. En estos mini-cuentos también se da cita el desencuentro y la esperanza; materia prima de primer orden para quien regala estos universos en dosis, con voz sutil, voz suave, en ocasiones con aroma de poema; el lector sigue los hilos de la trama sin tropiezo, aquí no hay espacio para lo disonante, tampoco para lo abrupto; las imágenes no son estridentes. Y sin ser moralista o caer en una sensibilidad propia de un café azucarado en exceso, la piezas que integran La vida a ratos están impregnadas de una capacidad mayor para dar con detalles, pinceladas ausentes de cinismo, esa inocencia que defienden a ultranza ciertos escritores como código esencial para comunicar. Sin duda alguna, este libro no necesita del referente de haber sido la colección de cuentos galardonada con el Primer Premio del Certamen Intrauniversitario de Literatura, de la Universidad de Puerto Rico, que tenía como jurado a Juan Gelpí, a Mayra Santos y a Jorge Volpi.

La mini-ficción ha sido popular en Hispanoamérica, basta con recordar a Monterroso, a Britto, a las antologías compiladas por Borges y Bioy Casares, o a esa escritora que es Ana María Shua. En Puerto Rico, sin embargo, han sido contados los escritores que han desarrollado el género de manera exclusiva (Pedro Juan Soto con sus miniaturas, C.J. García con sus breves). Por lo anterior, La vida a ratos ejemplifica además una suerte de poética circular del género. Las claves están disponibles; no son crípticas para entenderlo, y pueden tener varias interpretaciones. El nombre: Christian Ibarra. La vida a ratos: su primer libro (también el primero de Ediciones Aventis). Culmino con un comentario de la propia Santos-Febres para la contraportada de este libro: Aprendí de sus hermosos textos, que socavan hondo con una sola oración.

Carlos Esteban Cana

sábado, 15 de noviembre de 2008

Wall Street

La matemática le da otro nombre a la suerte.
Luis Chaves



Del sabor del tiempo
que juntos no gastamos,
queda esto,
de sentirse todo un agente financiero.