miércoles, 27 de febrero de 2008

en la plaza


En la plaza una paloma extraña al viejo que la soñaba
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lunes, 25 de febrero de 2008

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Muero.

Los árboles

ya no mueren

de pie.

viernes, 22 de febrero de 2008

Abuela

Abuela no conoció más geografía que las manchitas de sus manos. No salió de su país. Tampoco de su ciudad. Abuela lloró de emoción por un par de cebollas que recibió en un cumpleaños. Rabiaba por todo. Era seria la mayor parte del tiempo. Montevideo le pareció siempre lindo en primavera. Abuela nunca entendió a los gatos. Le daba miedo el mar. Tenía la sonrisa grande. Abuela hacía la mejor milanesa del barrio. A Abuela le extraviaron los papeles de su jubilación. Soñaba con su jubilación. Abuela quería dedicarle tiempo a sus plantas cuando la jubilaran.
No pedía más.

lunes, 18 de febrero de 2008

Hilda

Hilda era hermosa. En la escuela todos andaban detrás de ella. A mi nunca me hizo caso. Era una muchacha normal, salvo por su terrible pavor a las arrugas. Su abuela materna había vivido hasta los ciento dos años, y eso a Hilda la asustaba. No quería envejecer, quería permanecer así. Para no sucumbir ante el tiempo, optó por no mover ningún músculo facial, ante ninguna situación. Decisión rara pensé. En diez años no esbozó ni un guiño, nada. Ni un gesto leve.

En efecto, permaneció como era en la escuela, igual de hermosa.

El día del accidente, lamentable accidente, solo un niño la vió. Hilda le sonrió imperceptiblemente.

Sólo eso pude ver contó.

viernes, 8 de febrero de 2008

Cumpleaños

-Siempre fue difícil regalarle. Se acerca el cumpleaños y no se me ocurre nada. Más, ahora. Se han abierto huecos, profundas distancias entre ambos. Desde que mamá murió...
Sé muy bien que al viejo nunca le han gustado las celebraciones, y menos las dictadas exclusivamente por el calendario. Tampoco es bueno para los festejos alborotosos. Lo sé, pero igual tengo que obsequiarle algo. Me siento en la obligación, es como una forma de decirle que todavía estoy, que sigo ahí.
¡Carajo!qué le regalo. Nunca creí que fuera tan malo para estas cosas.Y con todo el trabajo de la oficina no puedo, digamos, pasarme el día entero pensando en un simple obsequio. Maldigo el día en que decidí trabajar en esta oficina. Jamás me creí capaz de calentar una silla durante tanto tiempo. Pero si no, ¿quién va a mantener a Sofía, a los niños? Quisiera largarme a la mierda. Dejarlo todo. ¡Bahhhhh! a quién engaño, soy un cobarde. Además, no puedo dejar sola a Sofía, a los ninos, al viejo. Sobre todo al viejo.-

Se levantó como de costumbre, a eso de las seis y cuarto. Tomó el café con parsimonia. 17 de octubre. Era viernes feriado. Se despidió de Sofia, los niños dormían. Abrió el paraguas, acomodó el periódico debajo de su brazo izquierdo y salió a la calle. Caminó durante horas con la mente en blanco, ocupada de a ratos en el regalo y en no pisar, por supuesto, ningun charco en la vereda. Se detuvo más tarde en un puesto de flores. No encontró mejor regalo. Desde que mamá murió...
Una gorda con dos trenzas escogió las mejores y le empaquetó un ramito de diversos colores. Pagó por las flores. Observó la cara interna de su muñeca. Nueve y media. Estoy a tiempo dijo en su mente.
Cruzó la calle y se detuvo de frente a la entrada. Las puertas estaban de par en par. En ese momento entraban un feretro, Javier se hizo a un lado e inclinó lentamente la cabeza en señal de respeto.
Conocía perfectamente el camino para encontrar al viejo. Desde que mamá murió...
Divisó a lo lejos la pequeña figura de su viejo. Sintió lástima. Siguió caminando hasta que lo encontró en el piso, durmiendo como un feto en la yerba embarrada. La barba blanca con tonos amarillentos, la ropa estropeada, todo un desastre. Enmudeció un sollozo mínimo. Ella tendría hoy sesenta y siete. Desenvolvió el regalo y depositó las flores en las manos de su viejo. El viejo dormía.

lunes, 4 de febrero de 2008

um pessoa.

En este país hay que imaginarse las estaciones del año. Depende dónde se viva, claro, los cambios climáticos son escasos. A no ser que se viva en un artificio con aire acondicionado, o rodeado de plantas plásticas, florecidas para siempre. Es raro, y sin embargo extraño los cambios de estaciones que no son posibles en mi país.




Quando vier a Primavera,
Se eu já estiver morto,
As flores florirão da mesma maneira
E as árvores não serão menos verdes que na Primavera passada.
A realidade não precisa de mim.

Sinto uma alegria enorme
Ao pensar que a minha morte não tem importância nenhuma

Se soubesse que amanhã morria
E a Primavera era depois de amanhã,
Morreria contente, porque ela era depois de amanhã.



Fragmento de: "Quando vier a primavera" Fernando Pessoa(Alberto Caeiro)