-Me gusta caminar. Lo disfruto. No sé bien cómo lo hago, pero lo hago. Las piernas ahí solitas se mueven. Adelante, pa'atrás, saltan un segundo, aceleran, se detienen y así. Soy del grupo que, frente a una escalera eléctrica y otra común, prefiere la última. El modo antiguo y simple. No importa el lugar. Así lo hago siempre y como te dije, me gusta. Ayer, estando en el tren, la escalera eléctrica se dañó. Y parece que la gente que usaba la escalera también. Era una tragedia tener que caminar. Durante algunos segundos varias personas se miraban, pareciera que hubiesen olvidado lo que se aprende a los dos años. Sentí la mirada fija, en la nuca, de una señora gorda que seguía mi descenso en la escalera del lado. Los que usualmente caminamos no nos afectan esas pendejases, en cambio, la gordita está acostumbrada a su escalera y olvida pronto cómo caminar-.
Así me respondió el que vende la lotería, cuando le hablé de la crisis económica.