martes, 25 de septiembre de 2007
Ésa mano
Mi mejor amigo era ciego. Era un niño normal y como todo ciego, le tocaba el culo a todas las niñitas del colegio, con su ceguera como excusa, decía que su mano siempre se equivocaba.
-Ser ciego tiene sus ventajas, me decía-
A los siete años hacía todo y más de lo que podía hacer un niño a esa edad. Después de un tiempo perdimos contacto.
Hace poco le vi en una estacion de tren, después de vientisiete años. Su cara es la misma. Cuando le dije que era Javier se me abalanzó encima y me palmoteó la espalda varias veces. Hablamos un rato. El hablaba más, yo en cambio escuchaba.
-¿Qué te pasa? preguntó-
-¿A mi? nada, le contesté. No me pasa nada.-
-A ti te pasa algo, insistió. Mírame a los ojos, me dijo-
Lo miré. Puso su mano en mi hombro unos segundos y dijo:
-Estás triste, Javier-
Mi tren se acercaba, nos despedimos. Ésa mano no se equivoca pensé. El tren partió.
sábado, 15 de septiembre de 2007
anotación # 6
Hurgando
en
tu mano
descubro
otra
parte de
tu mano.
Sin país
ni
geografía
posible.
Un breve
espacio
próximo
a la
nostalgia
es decir;
al confort
necesario.
Aquella lluvia
Mi viejo era gerente de un cine en San Juan. Ese día, me cuenta, arreglaba unas cintas nuevas que le habían llegado. Le tocaba hora de almuerzo. Afuera llovía tupido y gris, no tuvo más remedio que esperar a que escampara. Aquel día el cine estaba vacío; solo él, algunos empleados y una radio. Encendió la radio, sintonizó las noticias. Era septiembre del año setenta y tres. En la radio, me dice, “anunciaban el golpe de estado que tanto temíamos escuchar”. Sus ojos pequeñitos brillaron gris y no pudo contarme más.
lunes, 3 de septiembre de 2007
sábado, 1 de septiembre de 2007
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