miércoles, 4 de julio de 2007

Vocación

Como a muchos que tienen una obsesión, a Ignacio le obsesionan los pies. De niño se quedaba mirando con una agudeza casi enfermiza los pies de las gentes. En los paseos, en las plazas y en todos lados observa cada detalle, cada movimiento de cientos y cientos de éstos. Ignacio está rayando la locura, para él todo redunda en esas dos extremidades. A simple vista los pies son algo común, pero según él, éstos albergan la memoria del hombre. Como Ignacio no tiene pies, ha optado por dedicar la mayor parte de su vida a ser lustrabotas.
Y así anda todo el día de rincón en rincón, en la misma plaza de armas, según él; velando por la memoria de la ciudad.



a Ignacio

3 comentarios:

Santey Herco dijo...

“Si me comprendieras, si me conocieras jamás dudarías…” Un verso de un bolero cantado bellamente por Pablito Milanés, Chavela Vargas, entre otros.
Salimos con un morral, salimos con una pluma, salimos con un libro, tal vez con un par de tabacos, tal vez con una botellita de caña, tal vez salimos con los ojos lagañosos, tal vez salimos dormidos, tal vez el mundo aun no despierta y nosotros le recorremos. Tocamos las puertas de los amigos, esperando que acompañen el paseo. Sentándonos en la banca de sombra, la banca de pájaros estreñidos, la banca en que el mundo empieza a despertar y nosotros fumando, leyendo, escribiendo, guardando, y durmiendo…
Agustín, puede llamarse “Todos los nombres”, también pueden ser los pibes que duermen debajo de las alcantarillas, y ven las imágenes de nosotros sentándonos en bancas de sombra, y sabiendo que su alcantarilla es solo la sombra…
Un saludo.
Atentamente
Santey Herco

Unknown dijo...

y si te digo que a mi no me gustaria que un hombre asi que me lustrara los zapatos. hahahahha
perdon :s
esta muy chulo
querido y me gusta mucho molestarlo

Anónimo dijo...

resulta que un tal ignacio camina al compas de ruedas por las calles de lima, le hace un nudo al sobrante de su pantalon, que nace desde sus rodillas.
debe tener las manos callosas, no de lustrar botas, si no de desplaserce por esa ciudad con cielo plomito.